La Cenicienta

 Cenicienta o La pequeña pantufla de cristal (Cendrillon ou La petite pantoufle de verre)

 Eterna Cenicienta.

            De entre todos los cuentos de Perrault, el más amado por las chicas es,sin duda, Cenicienta. Ningún otro cuento maravilloso tiene tantas versiones (345 según Marian Roalfe Cox)[1] ni ningún otro fue tan imitado, reescrito y parodiado, no sólo en la literatura, sino también en el cine, el teatro y la televisión.
            La historia viene de lejos. Hay Cenicientas egipcias y chinas.
            La versión más conocida es la de Perrault. Hasta el mismo Walt Disney se abstuvo de modificarla demasiado. Es que esta heroína tiene todo a su favor: belleza, bondad, humildad; sufre pacientemente todas las injusticias y, cuando logra finalmente acceder a lo que, por derecho, debió pertenecerle siempre, perdona magnánimamente a sus enemigos. Sin embargo, ya veremos que no todas las Cenicientas poseen esta grandeza de alma.
            La versión de Perrault apareció por primera vez en la compilación de 1697, o sea que no figura en el manuscrito firmado por su hijo. Hay muchas versiones orales anteriores y también fuentes escritas como "La Gatta Cennerentola" de Basile (Primera Jornada, Cuento 6 del “Pentamerone”). Marc Soriano (Soriano, 1968:141) cree que Perrault no conoció esta versión o que, en el caso de haberla conocido, evitó deliberadamente imitarla. En ella la heroína tiene dos madrastras sucesivas y, a la primera, logra matarla.
            En la mayoría de las versiones orales, Cenicienta va tres veces al baile, con tres vestidos diferentes, cada uno más hermoso y lujoso que el anterior; en otras, sólo va dos veces, o incluso una.  Perrault  habla de dos bailes y de tres vestidos pues al final, el hada madrina le otorga uno para que vaya a encontrarse con el príncipe. Al regresar del primer baile, Cenicienta les pregunta sus hermanas cómo estuvo y ellas le cuentan de la hermosa desconocida. Lo mismo ocurre después del segundo, y entonces  se entera, de que el príncipe recogió su zapato y se quedó con él el resto de la noche. O sea que se revive, en el relato de las hermanas, cada uno de los bailes.
            En la versión de Disney, y en la mayoría de las actuales que, evidentemente están influenciadas por ella, existe un solo baile.

El famoso zapatito

            Perrault es el inventor del zapato de cristal. En realidad, dice “pantufla” (pantoufle) y esta palabra en francés tiene el mismo significado que en castellano: “clase de calzado que se usa generalmente en el dormitorio y que no cubre el talón”. Este simple detalle se contradice con ciertas interpretaciones, por ejemplo la de Honoré de Balzac[2]. A este escritor se le ocurrió decir que en la primera edición del libro había un error, que el zapatito no era de cristal ("verre") sino de piel de marta ("vair") que, en francés se pronuncian casi de la misma forma. Decía  que un zapato de piel de marta era común en la Edad Media. En cambio,  un zapato de cristal era algo ilógico porque no es un material adecuado para un calzado, por su rigidez y porque se rompe fácilmente. Lo de la rigidez, no importa ya que la pantufla no tiene talón y en cuanto al material, en otras versiones los zapatos son de plata o de oro, materiales menos frágiles pero seguramente tan incómodos como el cristal.
 Anatole France[3], rechazó la idea de Balzac ya que esa contradicción del cristal irrompible encaja perfectamente en el clima mágico del cuento. ¿O acaso es lógico que las calabazas se transformen en carrozas, los ratones en caballos, los lagartos en lacayos y una rata en un cochero? En cierto modo, para Perrault sí lo es ya que la calabaza ahuecada tiene forma de carroza, los caballos salen del mismo color que los ratones, los lacayos tienen el uniforme brillante como la piel de los lagartos y el cochero los magníficos bigotes de la rata. Perrault está jugando, de la misma manera que el hada madrina juega con Cenicienta: cuando la chica ve cómo transforma su madrina las cosas, le sugiere una rata para el cochero. Tal vez Perrault jugaba con sus hijos preguntándoles qué era más apropiado para cada metamorfosis y, seguramente, jugaba con sus lectores de la corte cuando eligió lagartos para los lacayos, pues todos conocían el dicho “perezoso como un lagarto”.
¿Se burla de la magia de los cuentos? Parece que sí, pero lo hace sutilmente buscando precisamente los elementos más comunes para metamorfosearlos según una extraña lógica y, por esa misma razón, elige un zapato hecho de un material frágil que se cae y no se rompe.
            Bettelheim (Bettelheim, 1999:245-284) está de acuerdo en que el zapatito sea de cristal, aunque reconoce que es un rasgo inventado por Perrault. Dado que, para él, el zapato simboliza el órgano sexual femenino y el pie que se introduce en él, el órgano sexual masculino, es muy conveniente que sea de cristal ya que entonces representa el himen que también puede romperse con facilidad. Bettelheim asimila la pérdida del zapato con la pérdida de la virginidad. Lástima que todos los otros rasgos que utiliza para analizar el cuento (el árbol que representa a la madre muerta, los pájaros que la ayudan) no están en la versión de Perrault sino en la de los hermanos Grimm en la cual, justamente, el zapato no es de cristal.
            Dejando de lado su interpretación freudiana del cuento, Bettelheim no lee con cuidado la versión de Perrault ya que afirma tres cosas que no son ciertas. En primer lugar, dice que Cenicienta elige dormir entre las cenizas y no es así: Cenicienta duerme en el granero, en la parte más alta de la casa y, cuando termina sus tareas, se sienta en el rincón de la chimenea, entre las cenizas. En segundo lugar, dice que el hada transforma a uno de los seis ratones, al más grande, en el cochero. Tampoco es así. Los seis ratones son transformados en caballos y Cenicienta, por iniciativa propia, va a buscar una rata para que sirva de cochero. Recalco el hecho de que lo de la rata fue idea de Cenicienta porque Bettelheim también dice que la heroína de Perrault es muy pasiva y no tiene iniciativa propia. Y el tercer error es que habla de tres bailes cuando en esta versión sólo existen dos.

¿A qué clase social pertenece Cenicienta?

A pesar del despliegue de magia y fantasía,  hay en el cuento mucho realismo. Perrault, como siempre, actualiza los viejos cuentos. Cenicienta llega al baile de la misma manera que llegaban las damas importantes al palacio de Versalles para asistir a una recepción dada por Luis XIV. El baile no es sólo baile, también hay una comida. Cenicienta se sienta al lado de sus hermanas y el narrador nos cuenta:
les prodigó mil cortesías; compartió con ellas las naranjas y los limones que el príncipe le había dado.
En muchas versiones, traducen “golosinas” en vez de esas frutas. Las naranjas y los limones no son otra broma de Perrault. Como bien lo explica Jean-Pierre Collinet (Collinet, 1981:338), los cítricos eran frutas exóticas en la Francia de la época del autor, un lujo costoso ya que se importaban de Portugal y de China.
El padre de Cenicienta, aunque dominado por su esposa, es un “gentilhombre” y tiene un buen pasar.  Vive en una casa de dos plantas, con un altillo, dormitorios con pisos de parquet, muebles a la última moda y espejos donde sus habitantes pueden verse de los pies a la cabeza. Exactamente la descripción de la casa de un rico burgués. La familia de Cenicienta no vivía en un palacio, pero no eran pobres.
Lo  mismo puede decirse de la descripción de lo que usan las hermanas para ir al baile: vestidos de terciopelo con adornos de encajes y puños plisados, collares de diamantes y, para completar el efecto, peinados a la moda y lunares postizos comprados en la mejor mercería de París.
Cuando el hijo del rey da el  baile, invita a "personas de calidad" y se nos cuenta que las dos hermanastras “hacían gran figura en el país”, es decir, eran conocidas socialmente. Sin embargo, los miembros de la familia no son nobles, aunque pueden llegar a serlo. En los siglos XVI a XVIII muchos miembros de la burguesía engrosaron las filas de la  nobleza. Podían hacerlo de dos maneras: comprando cargos oficiales o por medio de un casamiento, como en el caso de Cenicienta.
La protagonista es tratada como una sirvienta, pero no pertenece a la clase más humilde. Aunque su madrastra la rebajó a esa posición, Cenicienta es una representante de la alta burguesía.

¿Dónde están los padres de Cenicienta?

            Cenicienta es un cuento de y para mujeres. El conflicto se establece entre la heroína buena, por un lado y el trío formado por la madrastra y sus hijas malvadas, por el otro. Perrault nos dice que la madre de Cenicienta murió, pero en ningún momento dice que el padre haya muerto también. Al contrario, cuando empieza a contar las desventuras de Cenicienta nos aclara:
La pobre chica sufría todo con paciencia y no osaba quejarse a su padre que la habría retado, porque su mujer lo gobernaba completamente.
A partir de ahí lo ignora completamente. No lo muestra ni en los bailes en el palacio, ni  en el casamiento de Cenicienta. Simplemente, se olvida de él. No es ilógico entonces que versiones posteriores hayan matado al personaje del padre. No se puede entender que un padre sea tan ciego y estúpido para permitir que se le dé semejante trato a su propia hija en su propia casa.
            Volviendo a la verdadera madre, al principio del cuento se dice:
El marido tenía, por su parte, una pequeña hija de una dulzura y bondad ejemplares: ella heredó esto de su madre, que era la mejor persona del mundo.
Esta buena madre muerta no juega ningún papel en el relato. En otras versiones, sin embargo, aunque también haya muerto, tiene un rol mucho más importante.

La"Aschenputtel" de los hermanos Grimm

En esta versión, la madre verdadera, en su lecho de muerte, habla con Cenicienta y le pide que sea buena y le asegura que, de alguna manera, ella siempre estará a su lado. La chica va todos los días a visitar la tumba de la madre. Cuando el padre vuelve a casarse, sucede lo mismo que en el cuento de Perrault, pero aquí se aclara que las hermanastras son hermosas. Un día en que el padre debe hacer un viaje, pregunta a las tres chicas qué quieren que les traiga de regalo: la mayor pide hermosos vestidos, la segunda, perlas y joyas, en tanto Cenicienta le pide que le traiga la primera rama de árbol que golpee contra su sombrero en su viaje de regreso a casa. El padre trae a cada una lo prometido y Cenicienta, que recibe una rama de avellano, la planta sobre la tumba de su madre. Día tras día la va regando con sus lágrimas y la rama se transforma en un hermoso árbol.
            El baile es aquí un festival de tres días planeado por el rey con el único fin de encontrar una esposa para su hijo. Como Cenicienta le pide permiso a su madrastra para ir, ésta tira un plato de lentejas entre las cenizas y le dice que podrá ir si las junta todas en un término de dos horas. Cenicienta pide ayuda a sus pájaros amigos quienes cumplen la tarea en menos de una hora. La chica, contenta, llama a la madrastra pero ésta le impone una nueva prueba: recoger dos platos de lentejas en una hora. Esta vez vienen más pajaritos en su ayuda, pero todo es inútil; la madrastra no cumple su promesa argumentando que Cenicienta no tiene un vestido adecuado y que las avergonzaría. Cuando se van al baile, Cenicienta corre a la tumba de su madre y recita una fórmula mágica debajo del árbol. En un instante, el pájaro blanco que siempre se posa en el árbol le tira un hermoso vestido y zapatillas de oro y plata. Cenicienta va a a la fiesta y baila con el príncipe hasta que se hace de noche. Entonces decide irse, el príncipe insiste en acompañarla, pero Cenicienta, al llegar a su casa, logra escaparse  y saltar dentro del palomar. El príncipe se queda aguardando y, cuando regresa el padre, le cuenta que la doncella desconocida se metió en su palomar. El padre piensa que puede ser Cenicienta y va a revisar el lugar, pero no encuentra a nadie y luego ve a su hija dormida entre las cenizas.
            Al día siguiente pasa lo mismo y el pájaro le da a Cenicienta un vestido aún más hermoso. Al regresar, nuevamente logra huir del príncipe saltando al jardín del fondo de su casa y trepándose a un peral. Cuando llega el padre, el príncipe le dice que cree que la dama desconocida está escondida en el peral. El padre corta el árbol y no encuentra a nadie. Cenicienta, como siempre, está dormida en su rincón.
            Al tercer día, Cenicienta recibe del árbol el más magnífico de los vestidos y zapatillas de oro. Esta vez el príncipe toma precauciones: hace pintar con brea las escaleras del palacio. Así, cuando Cenicienta sale corriendo, una de sus zapatillas se queda pegada. El príncipe la recoge y anuncia que va a casarse con la dama a quien la zapatilla le calce perfectamente.
            Cuando la mayor de las hermanastras se prueba la zapatilla, no le entra el dedo pulgar. La madrastra le dice que se lo corte, ella lo hace y logra ponerse la zapatilla. Pero, cuando el príncipe la está llevando en su caballo, dos palomitas posadas en el avellano cantan diciendo que esa no es la novia correcta porque tiene sangre en su calzado. El príncipe verifica esto y la devuelve a su casa. Lo mismo pasa con la otra hermana, salvo que ésta se corta el talón. Finalmente aparece Cenicienta y, cuando ella y el príncipe pasan frente a la tumba, las palomitas dicen que ésa sí es la novia correcta.
            ¿La venganza está consumada con la mutilación de los pies de las hermanastras? No, todavía falta. Durante la boda, cuando los novios entran a la iglesia, las hermanas, queriendo congraciarse con Cenicienta, se colocan una a cada lado de la pareja. Entonces, las inocentes palomitas, que estaban posadas en los hombros de Cenicienta, pican cada una el ojo de la hermana que está de su lado. Al salir de la iglesia, las hermanastras cambian los lugares. Las palomitas aprovechan para picarles el ojo que les había quedado sano. Y el cuento termina "Y así, por su maldad y falsedad, ellas fueron castigadas con ceguera por el resto de sus días".
            Hay muchas cosas, en esta versión, incomprensibles para la sensibilidad de nuestra época. Cenicienta, que había prometido a su madre ser buena y piadosa, ¿no se dio cuenta de lo que estaban haciendo sus amados pajaritos? Ni hablar del personaje del padre, que acepta todo sin protestar: que su hija sea tratada como una sirvienta, que obtenga sólo una rama de regalo, que no vaya al festival, etc. Todos estos rasgos acreditan que los hermanos Grimm se limitaron a transcribir una versión popular, en tanto que Perrault adaptó el cuento según el gusto de sus lectores cortesanos que, indiscutiblemente, sigue siendo el gusto de los lectores de hoy.

 Nuevamente las dos moralejas

            En el caso de Cenicienta, está clarísimo que la primera moraleja es para los niños y la segunda para los adultos. Perrault, como siempre, tiene en mente a estos dos destinatarios.
            La primera moraleja nos dice que la “buena voluntad” (bonne grâce) vale más que la belleza y que con ella se alcanza cualquier fin, hasta conquistar el corazón del hijo de un rey.
            En la segunda en cambio, nos afirma que por más talentos que se tenga, éstos no sirven de nada sin la ayuda de una madrina o de un padrino. Si pensamos en la biografía de Perrault, que lo tuvo todo bajo la protección de Colbert para perder cargos y prestigio después de la caída del ministro, comprendemos cabalmente lo que significaba en su época tener la ayuda de un hada madrina.

 Cenicienta hoy

         Con Cenicienta ocurrió lo contrario que con Caperucita: la versión preferida, la seguida por la mayoría de las ediciones, es la de Perrault. Es muy raro encontrar una versión en castellano que siga el texto de los hermanos Grimm, exceptuando, por supuesto, las que están incluidas en las antologías de los cuentos de estos autores.
            Más arriba mencionamos que esto puede deberse a que la versión alemana tiene muchos rasgos de crueldad, pero también puede ser a causa de la película de Disney de 1950 que, en lo fundamental, sigue la versión de Perrault. Realmente las versiones de los clásicos hechas por Disney tienen mucha fuerza en las representaciones del imaginario colectivo. Como con La Bella Durmiente, la mayoría de la gente asocia Cenicienta a Disney. Basta con poner el nombre de esta heroína en un buscador de Internet, para que aparezcan imágenes y videos de la película.
            Las versiones actuales siguen de cerca de Perrault porque no tienen nada que censurar. Creó una Cenicienta tan buena y generosa que es casi imposible hacerla más virtuosa.
            La historia gusta tanto que es reescrita una y otra vez. A veces Cenicienta es una niñera, a veces una empleada doméstica y tiene, por supuesto, otro nombre. Pero, al final, termina casándose con el hijo del patrón, o con el rico padre de los niños que cuida o con el presidente. Novelas, películas, obras de teatro y telenovelas siguen, y seguirán, contando la misma historia.

 Un clásico de los 80

            Entre las cientos de ediciones de Cenicienta que siguen la versión de Perrault, se destaca la ilustrada por Roberto Innocenti. La primera edición en francés es de 1983. La primera edición hecha por la editorial española Lumen es de 2001. No sé si es la primera edición en castellano. Sospecho que fue editada en la década del 80 por la editorial Anaya, en la ya mencionada colección “El ratón Pérez”, por la similitud del diseño. En efecto, tanto en los libros de esta colección como en la edición de Innocenti, la primera página del cuento consiste en una ilustración en un angosto rectángulo vertical y la frase “Érase una vez” en la parte superior de dicha ilustración. Además, en las ediciones de Anaya dice “Colección dirigida por Etienne Delessert” y en la de Lumen, “Creación de Etienne Delessert”[4].
            Innocenti eligió ambientar la historia alrededor de 1920. Los personajes femeninos se visten como bailarinas de charleston, las casas y los muebles corresponden a esa época, la carroza de Cenicienta es un automóvil y aparece una fotografía color sepia de la boda.
            La portada del libro consiste también en un angosto rectángulo vertical en cuya parte superior está el nombre del cuento en tanto que en la inferior figuran los nombres de los autores y de la editorial. Dentro del rectángulo está la primera ilustración en donde se ve a Cenicienta, pobremente vestida, lavando una ropa blanca en una fuente.  El reflejo invertido en el agua da cuenta de la primera metamorfosis: Cenicienta ya no lleva un pañuelo en la cabeza, sus ropas oscuras y su delantal se tornaron un resplandeciente vestido blanco y la ropa sucia se volvió un ramo de flores blancas. La canasta de ropa se transformó en un lujoso jarrón y la canilla en un cisne con el pico abierto del cual sale agua. Ya desde la portada se anuncian las maravillosas transformaciones que vendrán después.
            Cada detalle de las ilustraciones es valioso. El padre, a quien Perrault apenas menciona en el principio del cuento, es mostrado por Innocenti asomándose apenas a la puerta de su casa, detrás de la imponente figura de su esposa. Luego no aparece más. Al igual que el autor, el ilustrador ya no se ocupa de este personaje.


Hay escenas muy sugerentes, por ejemplo, la partida de las hermanas hacia el baile está mostrada en picado, como la está viendo la protagonista desde la ventana de su dormitorio, en el altillo. Cenicienta, que en las primeras ilustraciones se ve de lejos, siempre ocupada en sus tareas, va cobrando protagonismo y cada vez es más grande. En la escena en que se calza el zapato, por ejemplo, aparece sólo de la cintura para abajo, dos enormes piernas que ocupan la mitad de la página. Del otro lado, la risueña cabeza del heraldo del rey; entre las piernas de Cenicienta, el gato, sorprendido y atemorizado. Al fondo, sentadas en un sillón y aún calzándose sus propios zapatos, las hermanas, empequeñecidas, la observan con la boca abierta. Y más al fondo, detrás de los cristales de la ventana, la cara sonriente del hada madrina espía la escena.
Una nota graciosa está dada por la imagen del cochero, que tiene dos enormes incisivos y exagerados bigotes, y por el lacayo parado en la parte posterior de la carroza que, bajo su elegante galera, conserva su cara de lagarto. Y el príncipe, no muy agraciado por cierto, que aparece por primera vez en la escena del baile, es una caricatura del príncipe Carlos de Inglaterra. Pero la reina, que se ve en un balcón en la esquina superior izquierda, se parece más a la reina Victoria que a Isabel.
Las ilustraciones en las que aparece la madrastra merecen un comentario especial. En la escena del jardín, mientras Cenicienta tiende la ropa y las hermanas juegan entre las sábanas colgadas, la madrastra está cómodamente sentada en una silla. A su lado hay una mesita con un botellón de agua y una copa. Pero en el suelo, debajo de la silla, hay una botella que parece ser de whisky. En la escena en la casa después del primer baile, las hermanastras, en enaguas y con chinelas bailan tomadas de la mano, mientras Cenicienta, de rodillas, lava el piso. La puerta que da al jardín está abierta. Vemos a la madrastra, sentada en la misma silla que antes, con una botella en la mano.
            La última ilustración del libro, también dentro de un rectángulo angosto y vertical, tiene a la madrastra como único personaje. Se la ve envejecida. En sus manos tiene el mismo libro abierto en la página anterior, la de la foto de la boda. La imagen puede interpretarse como un cruce entre la realidad y la ficción donde un personaje del libro lee el mismo libro en el cual está dibujado. Pero también todo puede quedar dentro de la ficción: en realidad no es el libro de Innocenti sino un álbum de fotos. También esta vez está sentada, pero dentro de la casa. Está fumando y su expresión es tan triste como el paisaje invernal que se ve por la ventana. A su lado, en el piso, hay tres botellas paradas y una caída, sin tapa, aparentemente vacía...
            Verdaderamente este álbum de Innocenti, como la mayoría de sus trabajos, es una pieza de colección.




[1] Citada por Jean-Pierre Collinet (Collinet, 1981:288)
[2] Citado por Marc Soriano (Soriano, 1968:143-144)                            
[3] Citado por Jean-Pierre Collinet (Collinet, 1981:335)
[4] Etienne Delessert: ilustrador y editor suizo nacido en 1941.

     
Susana Navone

Versiones de Izawa e Hijikata

Tengo tres: "Cuentos animados I", "El País de los cuentos" y "Muñequitos". Todas siguen la versión de Perrault, con mayores o menores diferencias en los detalles de las transformaciones, pero el hada madrina, la calabaza y los zapatitos de cristal no faltan. Reducen los dos bailes a uno solo y la versión de "Muñequitos" es la única que no menciona el perdón de Cenicienta a sus hermanastras.
Los textos de las tres están bastante parejos por lo tanto todas son recomendables.


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Versiones que reproducen fielmente el texto de Perrault:



Charles Perrault, Cenicienta, ilustraciones de Isabelle Forestier, versión castellana de Joëlle Eyheramonno y Emilio Pascual, Barcelona, Ediciones B, 2003.




Charles Perrault, La Cenicienta o El zapatito de cristal, ilustraciones de Errol La Cain, versión en español de José Emilio Pacheco, México, Asuri, 1982.



Charles Perrault, La Cenicienta, ilustraciones de Roberto Innocenti, traducción de Humpty Dumpty, Barcelona, Lumen, 2001.

Versiones que reproducen fielmente el texto de los hermanos Grimm:



Jacob y Wilhem Grimm, Cuentos de los hermanos Grimm. Volumen 2, ilustrados por A. Archipowa, traducidos por Eladio Martínez B. de Quirós, León, Everest, 1998.



Jacob y Wilhem Grimm, Todos los cuentos de los hermanos Grimm, traducidos por F.Payarols, Buenos Aires, Antropsófica, 2012.


Jacob y Wilhem Grimm, Cuentos de Grimm, ilustrados por Arthur Rackham, traducidos por María Luz Morales, barcelona, Juventud, 2007.

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